viernes

***Oración personal de sanación***

Yo soy amor. Yo soy Salud. Yo soy paz.
Merezco ser amado. Merezco ser feliz. Merezco estar sano.
Hoy comienza mi sanacion de cuerpo, mente y espíritu.
Me perdono por los errores que cometí sin olvidar a ninguno, porque no soy culpable de nada, no pude ni supe actuar de otro modo en esos momentos.
Perdono a todas las personas por las que sentí algún enojo, las acepto porque no pudieron ser como yo quería, las libero y me libero del rencor para siempre.
Cancelo definitivamente el pasado en el presente, para liberar mi futuro.
Dejo de juzgarme y de juzgar a los demás para siempre.
Entrego ahora mismo todo mi dolor, mis errores y mi enfermedad a ti, Dios Padre Santo, para que los trasformes en salud, amor y paz.
Acepto todo como esta ahora y con paciencia, para comenzar a sanarme definitivamente.
Merezco disfrutar del amor de mis seres queridos.
Padre, tu estas en mí, y yo en ti.
Por tu poder divino y tu amor dentro de mí, decido sanar mi cuerpo, mi mente y mi alma.
Abro mi corazón a tu amor purísimo que me envuelve con su luz radiante, revitalizando cada célula de mi organismo y cada pensamiento negativo, se convierte en positivo recreándome en una nueva vida llena de amor y alegría, que voy a compartir amando, comunicando todo lo que siento.
Deseo sanarme de todo corazón, para luego ayudar a sanar a los demás y cumplir así con mi misión de amor y comunicación de amor en esta vida.
Que Asi Sea
autor: http://angelesymaestros.blogspot.com/2010/06/oracion-personal-de-sanacion.html

domingo

***POR QUÉ FUMA UN FUMADOR***


Cuestiones a considerar en la  planificación de la evaluación e intervención psicológica del tabaquismo.
RESUMEN
Fumar es una adicción física y es una adicción psicológica. Mientras
la adicción física es debida a la nicotina, desde el punto de vista
psicológico el cigarrillo “engancha” de muy diferentes formas que
actúan simultánea y sinergicamente. En este sentido hablamos de
mecanismos como el refuerzo negativo, del hábito automatizado, del
control ejercido por estímulos discriminantivos, y de funciones que el
cigarrillo cumple como: juguete y entretenimiento, excusa socialmente
aceptada, estímulo reforzador de otras conductas, símbolo de estatus y
marca de identidad, y facilitador  de la interacción social. Todas estas
cuestiones deben ser tenidas en cuenta a la hora de abordar tanto la
evaluación como la intervención orientada a la deshabituación tabáquica.
Fumar es una doble adicción. Es una adicción física y es una adicción
psicológica. 
La adicción física se fundamenta en la nicotina, aunque también en otra serie
de sustancias que las compañías tabaqueras añaden al cigarro y lo hacen aún
más adictivo. Exactamente unas 5 veces más adictivo que la cocaína y unas
2,5 veces más que la heroína. No es, por tanto , descabellado afirmar que no
nos venden tabaco, si no que nos venden nicotina.
Por otro lado fumar es una adicción psicológica o psicosocial. Y esta  es otra
forma de adicción especialmente compleja.
Debemos pensar que el fumador, desde el punto de vista psicológico, está
“enganchado” a su cigarrillo de muy diferentes formas, que actúan
simultáneamente.
En primer lugar, y muy ligado al enganche físico, está lo que denominamos
refuerzo negativo, que no es otra cosa que el círculo vicioso entre la caída de
nicotina en sangre  y la aparición del mono, con sus síntomas desagradables. Síntomas que desaparecen si volvemos a fumar, ya que reintegran los niveles
de nicotina en sangre a los que el fumador está habituado.  Así que, no es
tanto el hecho de que fumar sea agradable, como que fumar libra de lo
desagradable: el síndrome de abstinencia.
Fumar es un hábito, una gran parte del tiempo inconsciente. Pensemos cuantos
cigarrillos se fuma un fumador al día y multiplique por los 365 días del año y por el
número de años que lleve fumando. Por ejemplo, fumando unos veinte cigarrillos
al día durante quince años, habría realizado estos movimientos al menos 109.500
veces. Pero además un fumador medio aspirará unas 200 caladas al día, lo que
representa 6.000 al mes, y 72.000 al año. Es lógico que este movimiento sea tan
automático que se realice sólo, inconscientemente, sin tener que ordenarlo el
cerebro. ¡Cada fumador fuma todos los días gran número de cigarrillos sin darse
cuenta! Es parecido a poner las marchas cuando se conduce. Cuando uno tiene
ya experiencia no ha de pensar en los movimientos, se hacen inconsciente y
automáticamente.  Esto hace que, paradójicamente, el fumador consuma muchos
cigarros que de ser consciente no fumaría, por que realmente no lo hace por que
le apetezca, sino por que los movimientos se ejecutan solos.
El cigarrillo combina con el café y la copa, y con otras muchas situaciones más a
las que está fuertemente asociado  o condicionado.  La práctica de fumar está
asociada a la de beber y comer, y por tanto a la mesa, a la copa y la botella de
cualquier bebida cordial, y naturalmente a l café, está asociado, según
personas, a ciertos momentos y lugares. Todas estas situaciones actúan como
disparadores, como estímulos discriminativos, lo que unido al automatismo, ya
comentado, explican una parte importante de lo que un fumador consume.
Todo ello está asociado a la percepción de una necesidad imperiosa de
consumo a pesar del intento de la persona por resistirse, lo que los
anglosajones denominan “craving”.
El cigarrillo es un juguete y un entretenimiento. El cigarro nos permite a los
adultos seguir jugando sin hacer el ridículo, sin parecer niños.  Las manos están
ocupadas, la boca está ocupada. Saco el cigarro y jugueteo con él, lo golpeo y lo
aflojo, lo huelo, cojo el mechero, hoy es uno de propaganda y con colorines que
me recuerda mi coche, mañana puede ser otro mechero distinto (y la variedad me
entretiene), lo enciendo y juego con el humo al expulsarlo, y me levanto a coger el
cenicero, y empujo las cenizas con mi cigarro, como con la pala de mi grúa de
juguete en la playa cuando era chico. Y otra cosa muy importante, de paso
satisfago mi oralidad infantil, sin necesidad de un chupete, ahí estoy yo,
chupando sin que nadie me critique por inmaduro. ¡Que cosas! ¡Con la cantidad
de gente que empieza a fumar para parecer mayor!  Y en realidad estamos
dando satisfacción a una de las necesidades más básicas y primitivas:  el placer
oral. Esto, en algunos casos, y desde una psicología profunda, implica carencias
afectivas importantes en las primeras etapas del desarrollo.
El cigarrillo es una excusa socialmente aceptada. Diga, voy a salir un minuto a
fumarme un cigarrito, o voy un momento a comprar tabaco al estanco o a la
máquina, y casi nadie, hasta ahora, le criticaría por ello. Imagínese que le dice a
su jefe, voy a parar de trabajar unos minutos para hacer unos ejercicios
respiratorios de relajación, o voy a comprar pilas para el mando a distancia de mi
tele. Eso suena algo peor, a escaquearse. Y precisamente fumar ha servido
durante décadas como la excusa perfecta para el pequeño escaqueo socialmente
aceptado. Esto no quiere decir que la persona que fuma sea una caradura o
menos trabajadora que un no fumador,   sino que la conducta de fumar ha sido
socialmente premiada, y ha alcanzado un estatus privilegiado que otras
conductas no tienen. La pérdida de tiempo que supondrían las conductas que
hemos puesto de ejemplo sería el mismo, pero no gozan del apoyo social que
fumar tenía hasta ahora.
El cigarrillo  es un regalo y un premio. Desde el mismo empaquetado es así
simbolizado. El paquete de cigarrillos, una caja perfecta, estupendamente
envuelta, con el aspecto de todo un regalo de navidad o cumpleaños. Es un auto
regalo. El acto de abrir, de inaugurar el paquete es en sí mismo agradable, es
estrenar cada vez. A cuantos fumadores no hemos oído decir frases parecidas a
“ahora me merezco un cigarrito”, “ahora si me fumo un cigarro”. Después del
trabajo bien hecho, después del acto amoroso, después de una situación de
estrés, o el puro para celebrar la boda y el bautizo. El fumador se siente
recompensado al fumar, y, de paso, refuerza otras conductas.
El cigarrillo es un  símbolo de estatus y  es una marca de identidad. Pone de
relieve que uno fuma cigarrillos raros o de mayor precio, importadas, extralargos, más fuertes, rubios, negros, sin filtro, de una u otra marca, o también
hacer ostentación en el uso de un encendedor especial, o algún complemento,
o quizás liarse los propios cigarrillos.
Fumar se convierte en un identificador personal que es exhibido en público,
que ayuda a sentirse parte no sólo a grupos de pares, sino también de grupos
de referencia, cuyo simbolismo explota a menudo la publicidad: personas con
poder, relevancia social, o atractivo físico. Desde luego, el fumador se
incorpora a la categoría de “los fumadores”, personas que comparten un hacer
y su vocabulario, y al hacerlo se diferencian de los otros que no fuman.
En este sentido,  el cine parece haber sido un gran difusor del cigarrillo, como
un componente más en el despliegue de vigor y sensualidad que caracterizan
al individuo varón o mujer en el mundo virtual del film  (del  estilo de Gary
Cooper, Humphry Bogart, o Sharon Stone). Este recurso fue explotado hasta el
cansancio por la publicidad comercial de cigarrillos.
El cigarrillo  ayuda en la interacción social. Desde el “¿tienes fuego?” para
iniciar un contacto, pasando por su gran valor dentro del marco de la
comunicación no verbal. Todos ellos ayudan al fumador a expresar intenciones,
actitudes, emociones. Todo el ritual gestual puede ser concebido para la
comunicación. Desde la propia marca que consumimos, la forma de sacar el
cigarro del paquete, el mechero que usamos, como asimos el cigarro entre los
dedos, la posición de los labios, la manera de exhalar el humo y de jugar con él,
etc. Todo ello puede ser vehículo de distintos mensajes. Si dejamos de fumar
¿De dónde y cómo sustituiremos todos ese arsenal comunicativo?  Dejar de
fumar es, para muchos fumadores, perder un importante recurso que facilita sus
habilidades sociales. Dejar de fumar es casi enmudecer.
Es en los espacios de  ocio (por ejemplo, discotecas) donde el fumar es un
consumo que se ostenta, utilizado como una importante herramienta de
exhibición de encanto sexual hacia pares del mismo o distinto género;
conscientemente o no, fumar puede ser una de las prácticas de cortejo y
seducción.
El cigarro ha ocupado, además, un puesto relevante en los modos educados y
amables de la interacción social.  Las prácticas de intercambio son comunes
entre los fumadores. Hasta no hace mucho tiempo se consideraba una falta de
cortesía encender un cigarrillo sin ofrecer a los demás, y una persona podía
merecer críticas más o menos veladas por su actitud avara.
No menos importante que el ofrecer cigarrillos es la acción sucesiva de dar
fuego. Por lo común, un varón podría sentirse moralmente obligado a encender
el cigarrillo de una mujer, aún si se trata de una desconocida que se encuentra
en otra mesa. En lugares públicos, esta práctica forma parte de los juegos de
cortesía y de seducción indiscriminada que los varones pueden ejercer más
abiertamente que las mujeres, sin exponerse a ser criticados. Para la
generación menor de 40 años, estos modos masculinos comenzaron a volverse
arcaicos. La menor distancia entre los status de varones y mujeres y la difusión
del pensamiento feminista descolocaron gradualmente los usos y costumbres
de los ‘caballeros’ hacia las ‘damas’, tan extendidos hasta los años 60.
Seguramente esta lista de funciones que el tabaco puede estar desempañando
en combinaciones distintas según fumadores, no agota las posibilidades, pero
son sin duda de las más significativas.
Nada de esto debe ser olvidado por un tratamiento de la deshabituación
tabáquica que quiera ser eficaz. No podemos limitarnos a ayudar al fumador a
eliminar el fumar cigarrillos de su repertorio conductual, debemos ir más allá,
ayudarle a sustituir estratégicamente todo aquello que con la deshabituación
perdió. Y sobre todo, no podemos olvidar que la abstinencia, cuando no ha sido
decretada por él propio fumador, sino por fuerzas externas, puede ser dura, y
probablemente rechazada. Hasta el momento, ninguna terapia funciona sin
contar con la decisión del fumador de dejar de fumar.
BIBLIOGRAFÍA
- CALVO, F.  (2001) Conducta de fumar y su relación con la ansiedad y el estrés.  22
International Conference of Stress and Anxiety Research Society, Palma de Mallorca, 12-14 de
julio.
- CALVO, F.  y ALEMÁN, J.M. (2005) Programa de  Deshabituación Tabáquica  A.I.R.E.
(Aprendizaje Integrado de Recursos Estratégicos). Colegio Oficial de Psicólogos de Las
Palmas. Las Palmas de Gran Canaria.
- CALVO, F.; PEÑATE, M.; ALEMÁN, J.M.; DÍAZ,  M.D., ALONSO, J.; MARTÍNEZ, B. y
RAMAL, J. (2005) Programa de deshabituación tabáquica AIRE (Aprendizaje Integrado de
Recursos Estratégicos).  Hojas Informativas de l@s Psicólog@s de Las Palmas. Colegio Oficial
de Psicólogos de Las Palmas, II (75), pp.  1 9-27 (disponible en internet
www.coplaspalmas.com).
FERNANDO CALVO FRANCÉS, JOSEFINA RAMAL LÓPEZ, MARÍA
DOLORES DÍAZ PALAREA, JESÚS ALONSO VALERA, MANUEL
PEÑATE QUINTANA y BENEDICTA OJEDA PÉREZ.
Grupo de investigación “Psicología de la Salud” de la
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
Correo-e: fcalvo@denf.ulpgc.es
Publicado en Hojas Informativas de l@s Psicólog@s de Las
Palmas, nº 79-80 II época sep.-oct. 2005 pp. 36-39 (D.L.:
G.C. 502-2000; ISSN: 1576-2157)

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